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miércoles, 24 de agosto de 2011

Expiación.


La sencillez está de moda. Lo fácil, lo perecedero, lo breve, lo rápido. Lo fácil.
Debe ser que, tras tantos años de angustia, dictaduras, castigos, restricciones... hemos optado por ser libres. Quizás demasiado. Quizás somos esclavos de nuestra propia libertad.
No hace muchas horas, los enamorados vivían con la angustia de saber si, algún día, volverían a verse. Una bomba, una bala, falta de oxígeno... En la baraja de la fortuna, el comodín era la salvación. Y, como uno más uno son dos, no eran muchos los que salían con vida para contar su historia, valga la redundancia.
Ahora no estamos más lejos que de un mensaje, de una llamada, de un correo electrónico. Vivimos en esta burbuja de constante ruido en la que lo raro es estar en silencio. Lo raro es no saber de la otra persona, mientras que, antes, lo raro era vivir.
Aun así, seguimos encontrando piedras en el camino, obstáculos, vallas que saltar... Y si no las encontramos, las ponemos. Porque somos tan estúpidos, tan ingenuos de creernos que todo es como parece: fácil. Es ahí donde erramos.
El amor no es fácil, ni va a serlo nunca. Entregarse a alguien por completo requiere confianza. Y en este mundo "fácil", lo difícil es mantener un secreto guardado, cumplir una promesa, ser sincero. La confianza se ve amenazada por las posibles personas que podrían formar parte de la vida de la persona a la que amas, amenazada por todos esos artilugios que hemos ido creando a lo largo del tiempo para "no complicar" nuestra existencia.
Antes amabas a alguien y punto. Antes amabas a alguien y lo esperabas. Veías cómo el sol se acostaba y cómo la luna se levantaba innumerables veces. Escribías cartas sin saber si llegarían, sin saber si obtendrías respuesta, sin saber si seguía con vida. Antes se amaba con dedicación, esfuerzo, paciencia, esperanza y confianza.
Ahora estamos demasiado ocupados intentando encontrar a la persona perfecta. Que tenga un buen trabajo, que luzca un buen peinado, que vista buena ropa, que sepa lo que quiere... Y nosotros, ¿sabemos lo que queremos o estamos perdidos, a la deriva, navegando entre un millón de estereotipos e idealizaciones sobre el amor "perfecto"?
Nos sobran teléfonos y nos falta valor. Valor para aceptar a alguien con sus más y sus menos. Valor para confiar. Valor para aceptarnos a nosotros mismos. Valor para amar.
En busca de la comodidad, del comfort, de lo rápido, de lo sencillo... Olvidamos que hay cosas que requieren su tiempo. Que no todo es tan sencillo como darle al botón enviar. Que hay cosas que hay que decirse a la cara, veces que hay que esperar, momentos en los que hay que confiar. No podemos avanzar el tiempo a cámara rápida como en nuestros ya obsoletos DVD's, no podemos colgar el teléfono cuando alguien nos está diciendo a la cara algo que no nos gusta, no podemos esperar que el archivo amor.zip se baje y se descomprima solo en el disco duro de nuestro ordenador.
Hemos expiado las tecnologías por el amor.
Porque el amor es más que un TQ, más que una promesa para romper, más que un deseo que nunca realizar.
Porque no sé qué es el amor. Pero esto no.
Esto es arrogancia, la ley de la selva; y algunos no somos ni arrogantes ni fuertes... Quizás por eso prima la ingenuidad y la ilusión en nosotros.
Puede que lo fácil sea rendirse, puede que nunca ame, puede que nunca sea feliz. Pero lo que tengo claro es que no voy a vivir una mentira para encajar.
Quizás soy ése error de fábrica de tu portátil. Ese pixel en rojo de tu televisor. Esa tecla hundida de tu teléfono movil.
A lo mejor necesito que me arreglen.

sábado, 20 de agosto de 2011

La última noche.

Él ya no cantaba. Sonaban sus canciones favoritas en la radio del coche y no cantaba. Prefería callar, como callaba cada decepción, como callaba cada sueño frustrado, cada preocupación.
Callaba, pues sabía que no tenía vela en ese entierro y, aunque lo entendía, su corazón no lo asimilaba. Dormía con él, vivía con él, olía su ropa, estaba completamente atento a todos sus movimientos y comportamientos; defectos, virtudes... y cada vez lo quería más. No abría la boca, pues se imaginaba que se encontraba en un palacio de chocolate siendo diabético, y no quería morir de amor. De desamor.
Mientras el coche avanzaba, él miraba por la ventanilla mientras se fijaba en el mar. Se acordaba de cómo la marea, cuando él era más pequeño, siempre solía estar baja, tranquila; y cómo ahora solo veía olas y tempestades a su alrededor. Siempre había sentido una conexión especial con el mar.
Ahora recordaba que esta noche sería la última que dormiría a su lado. Se había convencido de que se alejaría de él para siempre pues, además de sus tontas ilusiones sin sentido, sabía que él solo le traía quebraderos de cabeza. Sería la última noche que dormiría junto a él.
Sería la última noche que dormiría con el enemigo.
Pero el enemigo no era él.
El enemigo era él mismo.

martes, 2 de agosto de 2011

Gusanillo...

A lo mejor es patológico, o crónico... ¿Lo llevaré en la sangre?
No puedo evitar sentir esa emoción que emerge de mi cuerpo cuando me adentro a lo desconocido. No es que no haya estado allí nunca pero, aunque vayas muchas veces a un sitio, siempre es distinto. Lo que no cambia son los correteos, el jaleo, las maletas, las urgencias de última hora...
Lo que no cambia es mi inquitud... Siempre sueño con historias de amor imposibles. Esporádicas, rápidas, excitantes... Pero inolvidables. Supongo que no todo es tan fácil como coger un avión y desplazarse hasta Barcelona, pero la imaginación ayuda.
Quizás, la palabra "amor" todavía se me escapa de las manos cuando me refiero a ti; a ti y a mi. ¿No es curioso que vayamos a estar más cerca y que no vayamos a vernos? Aunque, si lo piensas fríamente, llevamos cerca dos años, y nos conocimos hace un par de semanas.
Sea amor o sea esporádico, desearía que tú fueras la persona con la que encontrarme en la Tierra Prometida de mis sueños. Esa que cada noche me juran que me pertenece y en la que nunca me he encontrado.
Lo que nunca cambia es que, aunque mirar a través de la ventanilla siempre nos da aires de libertad, soy esclavo de la persona en la que pienso.
Lo que cambia es que, ahora, esa persona eres tú.



Por favor, abrochen sus cinturones, apaguen sus telefónos móviles, mantengan el respaldo de sus asientos en posición vertical y disfruten del vuelo. Gracias