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martes, 29 de octubre de 2013

Contigo.

Corriendo…
Deprisa, más rápido.
Te alejas.

Despacio.
Detente, haz algo.
Vuelve.

Aquí.
Me quedé, te esperé.
Moriré.

Tu recuerdo me aplasta,
Me levanta, me trastorna.

Te alejas.
Deprisa, más rápido.
Corriendo…

Vuelve.
Detente, haz algo.
Despacio.

Aquí.
Me quedé, te esperé.
Viviré


…contigo.




domingo, 27 de octubre de 2013

Domingo

Último día de la semana, para algunos el primero. El último que pienso en ti, o eso intento hacerme creer hasta que el siguiente se me echa encima. Y no sé qué es peor, si pasarlo solo o pasarlo sin ti; a lo mejor la certeza de que alguien te acompaña. Quizás lo peor sea el continuo interrogante: ¿por qué?

Se dice que algunos resucitaron un domingo pero, ¿cuántos nos desmoronamos? Y entre la pereza, las comidas basura, el tiempo desaprovechado y las canciones que me recuerdan a ti, el mejor plan que se me ocurre es ver una película romántica. De esas que no vimos, de esas que podría escribir si me diera por contar nuestra historia. Qué nombre tan irónico, ¿no? Normalmente, cuando pienso en historia, pienso en algo que se desarrolle durante un largo periodo de tiempo. Pero hay que ver cómo, a veces, la más breve de las historias puede hacer que nos estemos preguntando, por mucho más tiempo que el que ésta ha durado, esa misma pregunta: ¿por qué?

Amor. Y no, aunque no niego que me gustaría, no te estoy llamando a ti. Así se llama la película que he decidido ver hoy, aunque es posible que también se trate del motivo de mi masoquismo.

La ropa está tirada, los platos sin fregar, y yo al borde del colapso, pero impasible. Cuando es domingo nada importa. Menos tú. Tú, y esa loca idea que ronda mi cabeza y que alimenta mi esperanza, haciéndole creer que aún existe la posibilidad de salir de esta penumbra cada último día de la semana con tan solo apretar un botón.

Cuarto exterior derecha. Suena, corro, y en menos de media hora me como la pizza familiar que había pedido. Es domingo, hoy no cocino y como por dos. Por ti. Por mi. Pero ya no por los dos, que son los bultos que en mi cama no hay, pero sí en la tuya. ¿Por qué?

Porque hoy es domingo, hoy pienso en ti. En mi. En los dos. Y, contrario a aquellos que creen en la resurrección, no bebo vino. Y no te olvido. Es domingo de masoquismo, aquel que no me deja ser siquiera tu amigo. O todo, o nada… ¿por qué? Y es que me olvido…


Es que hoy es domingo.