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martes, 13 de marzo de 2012

Piezas

Puede que yo también esté infectado por el idílico amor que las películas Disney lleva promoviendo desde tiempos remotos y, por tanto, espere demasiado de él. Aunque, cada día más, la realidad procura que mantenga los pies bien pegados a la tierra; soñar es algo que perjudica seriamente a mi salud. Puede que también la de los que me rodean.
Pese a la similitud de sus efectos con los del tabaco, mis perjudiciales sueños tienen un origen bastante más sano: las naranjas. Aún no entiendo por qué hablamos de ellas refiriéndonos a mitades cuando, en toda frutería que conozco, las venden enteras. Y, respondiendo a la inevitable pregunta, te diré que no, no la he encontrado. Bien parece que, o mi llamada "media naranja" sabe jugar muy bien al escondite, o se ha enterado de lo poco tolerante que soy a su olor siquiera.
Dejando las naranjas a un lado, he llegado a la conclusión de que soy como una de esas llaves que abre una cerradura moderna. Mejor dicho, soy como una de esas cerraduras modernas que necesita una de esas llaves aparatosas y extrañas para ser abierto (aunque no suene del todo bien). Supongo que mi no tan atractiva apariencia y todos los primeros pensamientos que se tengan hacia ella, hacen pensar, a más de una, que su llave no servirá para nada.
Miro a mi alrededor, y me da la sensación de que mi cerradura no es tan complicada de abrir. Me rodea la extravagancia, lo peculiar... y, aún así, parece ser que cada extravagancia encuentra su corriente y que cada peculiar encuentra su común. Cada antónimo encuentra su sinónimo, cada sí encuentra su no, cada blanco se une a su negro... Pero yo no te encuentro a tí.
A lo mejor he de parar de buscar, pero si ya he parado de soñar entonces, ¿qué me queda? Para Forrest Gump la vida era como una caja de bombones, para mí la vida es como un puzzle: todos somos piezas que encajan con otra, todos menos yo. Yo debo ser esa pieza de más, esa pieza incapaz de unirse a otra.
Y, aunque si soy único, no me creo tan especial. Puedo ser difícil en ocasiones, pero igual que el puzzle es un juego que se resuelve con paciencia, yo soy otro. Pero parece ser que la paciencia no es algo que abunde en esta caja en la que me ha tocado jugar. Es posible que, entonces, tenga yo la culpa pero, ¿cómo  estar seguro de que alguien merece la pena si no parece tener una pizca de paciencia?
No te pido que seas mi exacta mitad, solo que nuestros defectos y virtudes se complementen, de tal manera que seamos uno aun siendo dos. Te prometo que merece la pena.
Necesito que me demuestres que valgo la pena.
Necesito soñar despierto.