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lunes, 31 de marzo de 2014

Abonado

Con el final de año llegaron los típicos propósitos que nos hacemos para no cumplir. Y pese a que él quería con todas sus fuerzas empezar a escribir en su diario, se estaba acercando el verano y no había sido capaz de, siquiera, ir a comprar uno en el que empezar a plasmar sus pensamientos. O esa era la excusa que se daba a sí mismo para guardárselos todos.

Y, aunque era consciente de que no era necesario tener un libro para anotar sus ideas, había descubierto la otra cara de la moneda. Cansado de dar la cara siempre, optó por la cruz, aquella que siempre le tocaba a él cuando lo echaba a suertes. Cansado de las derrotas, le pareció la mejor opción. Lo que no sabía era que, cuando se cedía al cansancio, se abrazaba al desgaste.

El mundo ya estaba lleno de seres con el corazón marchito. De esos que ni siquiera la primavera podía llegar a hacer florecer, porque ya ni su terreno era fértil. Desgaste. Fue cuando calló en la cuenta de que a lo mejor ya existían demasiados seres con el corazón desgastado y que, a lo mejor también, aunque llenarse de abono para florecer en primavera y lucir palmito en verano acabara siendo sinónimo de pasar un frío y largo invierno, eso era lo que estaba destinado a hacer si quería ser feliz consigo mismo y mantenerse fiel a sus pensamientos y a su forma de ver la vida.

Así que se llenó de valor y optó por el camino difícil, que es por el que le habían enseñado a caminar si lo que quería era obtener buenos resultados. Pasó por la tienda de jardinería esa misma tarde en la que se inundó de preguntas y, al llegar a casa, se echó el saco de abono por encima. No sin antes pasar por la papelería a por el que, se había prometido, no sería el primer diario que escribiría.

Por la noche, a la luz de sus dos velas aromáticas, encajó el bolígrafo en una de las páginas de su nuevo diario a modo de marca libros. Dejó el cuadernillo sobre su mesa de noche, sopló las velas y, mientras un olor a lavanda iba llenando la habitación a la par que se le cerraban los ojos, también se le esbozó una tímida sonrisa en los labios. Probablemente se tratara de los primeros brotes que, gracias a la inundación de preguntas y al valor de echarse ese pestilente abono por encima, se estaban produciendo de nuevo en su corazón que, le llevaran a donde le llevaran, sería un lugar mejor que aquel en el que no sentía y no se daba explicaciones a sí mismo.


Ya en su sueño, se atrevió a volver a lanzar una moneda al aire.


domingo, 19 de enero de 2014

23 flores

Y, mientras sonaba la canción, yo no podía hacer nada más que recordarte... Recordarnos. Y volver a quedarme atrapado en ese corto periodo de tiempo en el que realmente creí que, a pesar de todos los obstáculos, estábamos destinados a estar juntos para siempre.

La gravedad, disfrazada de maestra, no tardó en poner los puntos sobre las íes y, a mi, fuera de la oración. Y, mientras oigo a Tom Odell decir que quiere llorar y quiere amar, a mi me apetece hacer exactamente lo mismo, porque sé que, muy probablemente, eso era lo que a ti te ocurría, pero todas tus lágrimas ya habían sido gastadas por otro amor. O prescindimos de "otro".

En la incesante manía del ser humano por buscarle respuestas a la aleatoriedad de la vida, caigo en lo intangible que, como el amor, es difícil de explicar. Y empiezo a elaborar en mi mente una teoría absurda sobre las energías y el karma y sobre cómo necesitamos tomar de terceros aquello que otros nos quitan. Entre promesas de un futuro que jamás llegó y del carnaval protagonizado por la liberación, que iba disfrazada de amor, me exprimiste. Como una naranja. Como aquella que jamás se adaptará a tu otra mitad, porque está vacía. Como estaba la tuya cuando te conocí.

Y qué difícil es volver a ser el de antes pero, ¿alguna vez volvemos a ser algo que éramos? Ahora, soy sin ti, justo como era antes del 24 de junio del 2013. Pero, ¿por qué no me siento como entonces? ¿Por qué es tan fácil quedarse atrapado en espacios de tiempo tan reducidos? ¿Por qué no se llena mi mitad de la naranja?

Lo cierto es que odio la naranja, y quizás también esté empezando a odiar esta canción porque, como el resto de cosas que comienzo adorando, me recuerdan a ti. Puede que me hagan sentir un pequeño gajo de lo que sentía cuando paseábamos de la mano, o de lo que sentía cuando me recostaba sobre tu pecho y notaba cómo latía tú corazón ...Aunque no fuera por mi.

Y, cuando cada una de esas cosas se termina, como esta canción, vuelvo a sentirme igual de vacío que aquel día que me di cuenta que te habías equivocado de fruta. Bucle infinito, el colmo del sinsentido.

Creo que le daré otra vez al play. Bucle infinito, el colmo del masoquismo.