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lunes, 7 de noviembre de 2011

Toc, toc.

Como ir dando golpes a la pared hasta que, de repente, tu mano, al entrar en contacto con la misma pared una vez más, suena distinto. Está hueco, hay un vacío; no hay nada. Así te sientes: vacío; así está tu corazón: hueco.
Y lo más gracioso es la cara de sorpresa que se te queda cuando te das cuenta. Te das cuenta de que parece que todo lo que tuviste que sentir lo sentiste ya por la persona equivocada y que, esa maldita experiencia, solo te sirvió para agotar tu ilusión, tu esperanza, tus ganas. No queda rastro de esa persona que solías ser, y se supone que el cambio es bueno, que crecemos, que maduramos, nos reinventamos... Tú has cambiado, sin embargo, estás, ahora, mucho más perdido que nunca. Ya no golpeas con la mano la pared, ahora vas dándote cabezazos contra ella, desesperado.
Agonizas, estás que te mueres porque todas esas emociones que pensabas que se escondían en algún recoveco de tu ser no terminan de manifestarse nunca. No importa lo bien que te traten, lo agusto que estés, las ganas que tenías de que aquello sucediera. Vives en base a emociones fugaces, aunque intensas. Quizás por eso sigues vivo, que no significa que vivas.
Todo se ha vuelto predecible, intuitivo, monótono, gris... aburrido. Has perdido las ganas hasta de valorar y dejarte asombrar por todo lo maravilloso que te rodea. No sientes curiosidad por nada, te crees que lo sabes todo aunque, en realidad, en lo más profundo de tu ser, sabes que estás más perdido que nunca en ese mar cuyo oleaje de preguntas no cesa... nunca.
Tu aparente complejidad como persona hace que conocer a alguien se vuelva algo difícil. Y la verdad es que nadie va a querer conocerte a no ser que tú te dejes conocer. Nadie quiere tener a un fantasma deambulando por su vida.
Y, al final, lo que realmente necesitas es alguien que esté dispuesto a golpearte a ti en busca de ese pequeño rincón con sustancia. Necesitas que encuentren la pequeña chispa que aún te mantiene vivo sin saber por qué.
Porque, ¿qué mejor que morir de un cabezazo al corazón? Sentir que la espera ha merecido la pena, que no estabas tan perdido como te crees que estás. Cualquier cosa es mejor que seguir dándote golpes contra la pared.
Acabarás volviéndote loco por la soledad cuando, bajo toda esa complejidad que construyes cada día y sin saber por qué, se esconde un fin mucho más predecible que todas esas emociones que, dices, carecen en ti... volverte loco de amor.
¿Acabará el amor volviéndose loco por ti?
¿Hay alguien ahí?

domingo, 23 de octubre de 2011

Cambio.


El cambio... A veces deseado, otras veces, forzado. Supongo que las personas nos diferenciamos (entre tantas otras cosas) por esta palabra: unos buscan el cambio, lo provocan; otros lo sufren, lo padecen. Todos hemos sufrido un cambio, lo que no hacemos todos es provocarlo, enfrentarnos a lo nuevo, a lo desconocido. A algunos nos falta valentía, a ti te sobra... Y con motivo.
Hoy iba caminando por la calle con un jersey de lana y me dio por mirar al cielo. Me di cuenta de que no habia sido consciente de que el otoño, finalmente, había llegado. Vi cómo las hojas comenzaban a caer y cómo comenzaban a amontonarse, un tanto resentidas, a los lados de la carretera. Me di cuenta, entonces, de que ni siquiera la propia madre naturaleza era capaz de enfrentarse al cambio, solo lo sufría. Se había estado negando estas últimas semanas a que el verano se acabara, pero es que el otoño siempre llega.
Así como el otoño siempre llega, este día iba a llegar antes o después. No importan los obstáculos que te habrían puesto, los madrugones que tuvieras que haberte pegado, las noches que saldrías de fiesta sin abrir la boca para conservar la voz para el concierto del día siguiente... Naciste para esto.
Me gustaría poder expresarte en palabras lo mucho que te admiro, no solo por cómo cantas, que lo haces increiblemente bien (ya te lo he dicho muchísimas veces), sino por cómo eres. Creo que eres de las pocas personas que podría soportar las 24 horas del día sin cansarme ni una milésima de segundo, y eso dice mucho de ti (o de mi, según cómo se mire... jajaja)
Te vas a Londres, es un hecho. ¿Sabes lo que significa? Frío, lluvia, nubes, gente borde, comida basura, menos buhitime... ¿Estás segura de lo que haces? Jajaja... Son bromas. Solo quiero que tengas muy claro que no va a ser un camino de rosas, que alcanzar la cima es difícil. La gente es mala, envidiosa, criticona, sucia... Pero para ti eso no es nada nuevo. Sé que va a ser duro, sabes que va a ser duro... Pero creo que eres de las pocas personas preparadas para lo que se te avecina. El simple hecho de irte lejos a luchar por tu sueño dice mucho de ti. Por eso, quiero que lo tengas presente: no te rindas. Habrá días que quieras llorar, otros que querrás volver, otros que necesitarás a Celeste para que te mande a limpiar (aunque te cueste creerlo), otros en los que vas a querer hacerme una visita guiada por tu anatomía... y no va a poder ser, Buhi.
Quiero que sepas que te apoyo, te admiro y te respeto. Y quiero, también, que lo tengas presente. Te va a costar sudor y lágrimas, sacrificio y esfuerzo (cosas a las que ya estás acostumbrada), pero lo vas a conseguir. No es porque confíe más o menos en ti, ni porque cantes/bailes/toques el piano bien o mal... Sino porque lo sé. Hay cosas que están destinadas a ocurrir, y esta es una de ellas. Tu futura carrera será como el otoño para la madre naturaleza: inevitable.
No quiero que te tomes esto como una despedida, porque no lo es. Aparte de las muchísisisimas veces que vamos a hablar por Skype (sí, muchísisisimas, no admito negociaciones con este tema), iré con más frecuencia a Londres, porque tengo una excusa: tú. Además, sé que en un futuro no muy lejano, tendré que mudarme contigo para hacerte de Manager... Tranquila, estaré disponible para ti, que auguro que la cola del INEM será lo que me espera a mi... jajajaja.
Sé que, a veces, puedo resultar un poco pesado, irritante y crítico en exceso pero, si lo soy, es porque sé que puedes dar más de ti. No voy a estar en Londres contigo, pero voy a vivir el sueño contigo porque sabes que, algún día, fue el mío... Creo que eres consciente de todo lo que vales, lo bien que haces lo que sabes hacer, y me encanta. Probablemente sea suficiente para dedicarte a lo que quieres, pero creo que esforzándote en todo aquello que tiene que ver con lo que te gusta y que aún se te escapa de las manos conseguirás TODO lo que te propongas. Así que te pido unas poquitas cosas:

1) Escucha MUCHA música, siempre, en todos tus ratos libres.
2) No dejes que te vacilen, ten las cosas claras y sé inconformista.
3) Échame mucho de menos, llámame muchas veces y quiéreme en silencio.
4) Habla en inglés, pesada.
5) NUNCA desaparezcas del mapa o, si no, iré a Londres solo para asesinarte y ahogarte entre la mierda del Támesis.

Dicho esto, no queda mucho más que pueda añadir. Bueno, quizás se me haya pasado pedirte lo más importante, lo imprescindible. Algo que no quiero que te plantees nunca, algo que no es propio de ti, algo que sé que no harás:

6) NO te rindas... NUNCA.

La semilla germina por fin y, finalmente, florecerá. Tu primavera ha llegado, y serás la más hermosa flor del jardín.
Te quiero Rocío... No me olvides, no lo olvides.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Expiación.


La sencillez está de moda. Lo fácil, lo perecedero, lo breve, lo rápido. Lo fácil.
Debe ser que, tras tantos años de angustia, dictaduras, castigos, restricciones... hemos optado por ser libres. Quizás demasiado. Quizás somos esclavos de nuestra propia libertad.
No hace muchas horas, los enamorados vivían con la angustia de saber si, algún día, volverían a verse. Una bomba, una bala, falta de oxígeno... En la baraja de la fortuna, el comodín era la salvación. Y, como uno más uno son dos, no eran muchos los que salían con vida para contar su historia, valga la redundancia.
Ahora no estamos más lejos que de un mensaje, de una llamada, de un correo electrónico. Vivimos en esta burbuja de constante ruido en la que lo raro es estar en silencio. Lo raro es no saber de la otra persona, mientras que, antes, lo raro era vivir.
Aun así, seguimos encontrando piedras en el camino, obstáculos, vallas que saltar... Y si no las encontramos, las ponemos. Porque somos tan estúpidos, tan ingenuos de creernos que todo es como parece: fácil. Es ahí donde erramos.
El amor no es fácil, ni va a serlo nunca. Entregarse a alguien por completo requiere confianza. Y en este mundo "fácil", lo difícil es mantener un secreto guardado, cumplir una promesa, ser sincero. La confianza se ve amenazada por las posibles personas que podrían formar parte de la vida de la persona a la que amas, amenazada por todos esos artilugios que hemos ido creando a lo largo del tiempo para "no complicar" nuestra existencia.
Antes amabas a alguien y punto. Antes amabas a alguien y lo esperabas. Veías cómo el sol se acostaba y cómo la luna se levantaba innumerables veces. Escribías cartas sin saber si llegarían, sin saber si obtendrías respuesta, sin saber si seguía con vida. Antes se amaba con dedicación, esfuerzo, paciencia, esperanza y confianza.
Ahora estamos demasiado ocupados intentando encontrar a la persona perfecta. Que tenga un buen trabajo, que luzca un buen peinado, que vista buena ropa, que sepa lo que quiere... Y nosotros, ¿sabemos lo que queremos o estamos perdidos, a la deriva, navegando entre un millón de estereotipos e idealizaciones sobre el amor "perfecto"?
Nos sobran teléfonos y nos falta valor. Valor para aceptar a alguien con sus más y sus menos. Valor para confiar. Valor para aceptarnos a nosotros mismos. Valor para amar.
En busca de la comodidad, del comfort, de lo rápido, de lo sencillo... Olvidamos que hay cosas que requieren su tiempo. Que no todo es tan sencillo como darle al botón enviar. Que hay cosas que hay que decirse a la cara, veces que hay que esperar, momentos en los que hay que confiar. No podemos avanzar el tiempo a cámara rápida como en nuestros ya obsoletos DVD's, no podemos colgar el teléfono cuando alguien nos está diciendo a la cara algo que no nos gusta, no podemos esperar que el archivo amor.zip se baje y se descomprima solo en el disco duro de nuestro ordenador.
Hemos expiado las tecnologías por el amor.
Porque el amor es más que un TQ, más que una promesa para romper, más que un deseo que nunca realizar.
Porque no sé qué es el amor. Pero esto no.
Esto es arrogancia, la ley de la selva; y algunos no somos ni arrogantes ni fuertes... Quizás por eso prima la ingenuidad y la ilusión en nosotros.
Puede que lo fácil sea rendirse, puede que nunca ame, puede que nunca sea feliz. Pero lo que tengo claro es que no voy a vivir una mentira para encajar.
Quizás soy ése error de fábrica de tu portátil. Ese pixel en rojo de tu televisor. Esa tecla hundida de tu teléfono movil.
A lo mejor necesito que me arreglen.

sábado, 20 de agosto de 2011

La última noche.

Él ya no cantaba. Sonaban sus canciones favoritas en la radio del coche y no cantaba. Prefería callar, como callaba cada decepción, como callaba cada sueño frustrado, cada preocupación.
Callaba, pues sabía que no tenía vela en ese entierro y, aunque lo entendía, su corazón no lo asimilaba. Dormía con él, vivía con él, olía su ropa, estaba completamente atento a todos sus movimientos y comportamientos; defectos, virtudes... y cada vez lo quería más. No abría la boca, pues se imaginaba que se encontraba en un palacio de chocolate siendo diabético, y no quería morir de amor. De desamor.
Mientras el coche avanzaba, él miraba por la ventanilla mientras se fijaba en el mar. Se acordaba de cómo la marea, cuando él era más pequeño, siempre solía estar baja, tranquila; y cómo ahora solo veía olas y tempestades a su alrededor. Siempre había sentido una conexión especial con el mar.
Ahora recordaba que esta noche sería la última que dormiría a su lado. Se había convencido de que se alejaría de él para siempre pues, además de sus tontas ilusiones sin sentido, sabía que él solo le traía quebraderos de cabeza. Sería la última noche que dormiría junto a él.
Sería la última noche que dormiría con el enemigo.
Pero el enemigo no era él.
El enemigo era él mismo.

martes, 2 de agosto de 2011

Gusanillo...

A lo mejor es patológico, o crónico... ¿Lo llevaré en la sangre?
No puedo evitar sentir esa emoción que emerge de mi cuerpo cuando me adentro a lo desconocido. No es que no haya estado allí nunca pero, aunque vayas muchas veces a un sitio, siempre es distinto. Lo que no cambia son los correteos, el jaleo, las maletas, las urgencias de última hora...
Lo que no cambia es mi inquitud... Siempre sueño con historias de amor imposibles. Esporádicas, rápidas, excitantes... Pero inolvidables. Supongo que no todo es tan fácil como coger un avión y desplazarse hasta Barcelona, pero la imaginación ayuda.
Quizás, la palabra "amor" todavía se me escapa de las manos cuando me refiero a ti; a ti y a mi. ¿No es curioso que vayamos a estar más cerca y que no vayamos a vernos? Aunque, si lo piensas fríamente, llevamos cerca dos años, y nos conocimos hace un par de semanas.
Sea amor o sea esporádico, desearía que tú fueras la persona con la que encontrarme en la Tierra Prometida de mis sueños. Esa que cada noche me juran que me pertenece y en la que nunca me he encontrado.
Lo que nunca cambia es que, aunque mirar a través de la ventanilla siempre nos da aires de libertad, soy esclavo de la persona en la que pienso.
Lo que cambia es que, ahora, esa persona eres tú.



Por favor, abrochen sus cinturones, apaguen sus telefónos móviles, mantengan el respaldo de sus asientos en posición vertical y disfruten del vuelo. Gracias

jueves, 28 de julio de 2011

Casualidad


Cada día es un misterio. Sí, hay días en los que esperamos que sucedan determinadas cosas, pero siempre somos susceptibles a la fortuna, a la suerte... o a la falta de ella. ¡Qué bonito es y qué afortunado se siente uno, cuando el destino hace que se cruce con alguien que merece la pena!
Es muy obvio que este blog no es nada especial, es un pequeño diario metafórico sobre alguno de los acontecimientos más destacados de mi insignificante vida... pero sé que tú lo aprecias. Por eso, y porque un día me dijiste que te hacía ilusión que te escribiese algo, escribo.
Definitivamente, soy un chico con suerte. Tengo una familia (no la mejor del mundo, pero tengo una), tengo los mejores amigos del mundo, estudio lo que quiero... y te tengo a ti. Y qué compleja se vuelve la vida cuando un simple ser (que no quiere decir que tú seas simple, aunque a veces si :P) entre un millón de millones que habitan este planeta, se vuelve tan vital para ti. Y así eres tú para mi: vital. Te quiero, te necesito, te valoro y te respeto (aunque a veces lo dudes)´
Sé que no soy de los que dicen estas cosas todos los días pero, hoy (tu 20 cumpleaños), creo que es un buen día para recordartelo. A pesar de todos los pellizcones que te doy, los insultos que te digo y los espantos que te hago sabes, y si no lo sabes te lo digo, que te quiero. No sé si e spor tu cara de gremlin o porque acudes a mi llamada cada vez que me hace falta; por tu muslo gordo o por aguantarme todas mis boberías; por tus interminables "no sé" o por tu capacidad de demostrar que me aprecias y que soy importante para ti... pero algo tienes que me produce esa ansiedad si no te veo en días, esa necesidad de tener que saber de ti, que estás bien.
Hay pocos momentos, desde mi adolescenca y hasta lo que queda de ella, que no recuerde a tu lado. Peleas, risas, cabreos, personas... Todo ha sido imprescindible para ser lo que somos hoy, pero nada de eso nos ha separado, y no lo hará nunca. Quizás es ingenuo de mi parte pensar de esa forma, pero ¿qué clase de persona podría creerme que fueras si de verdad creyese que esto tiene un fin?
Gracias por pintar una sonrisa cuando mi día está atrapado entre nubes grises, gracias por hacerme ver que las cosas tienen "otro lado" (jajaja ya sabes a lo que me refiero), gracias por quererme como soy, por aceptarme, y por hacer de mi una mejor persona.
Sabes que, más que una amiga, eres una hermana y que, aunque no compartamos sangre, compartimos cosas que son más importantes. No quiero alargarme más diciendo ñoñerías y haciendo de esto algo cursi, aunque creo que ya es un poco tarde, pero quería estr seguro de que entendías que, lo que soy, lo soy por ti.
Gracias a una casualidad de la vida, nos hemos cruzado por el camino. Y, aunque el camino, lejos de ser llano y sencillo, ha estado lleno se subidas y bajadas, obstáculos, piedras y demás, hoy estamos aquí. Aquí y ahora, en este momento, y en el punto en el que nos encontramos, me atrevo a afirmar sin tapujos que, gracias a ti, tengo un motivo por el que levantarme por las mañanas (aunque mis mañanas empiecen tarde, tú sabes).
Como decía al principio, cada día es un misterio, y aunque haya días en los que esperes cosas, yo nunca pensé encontrarme a una persona tan maravillosa como tú. Y espero que no me dejes nunca porque te juro que no se qué sería de mi.
GRACIAS.
Feliz 20 cumpleaños Marta, te quiero.

lunes, 30 de mayo de 2011

Outside

Es difícil de explicar, aunque siempre ha estado presente, como de forma inherente. Ni aquí, ni allí... Es como si siempre hubiese alguna razón, no importa el lugar en el que estés. Ambigüo. Sintiendo que no son esas las personas a las que perteces, no es eso a lo que perteneces... Como a medio camino, dando casi por hecho que nunca habrá nadie completamente igual a ti, que se sienta igual.
Caminando solo. Queriendo creer, ansioso, que está bien ser lo que realmente eres... Pero en el fondo de tu corazón sabes que, de nuevo, la incertidumbre vuelve a mentir. Y siempre serás alguien ajeno a los demás.
Más tarde, te enfrentas a la realidad. No encajas en ninguna parte, no hay espacio para ti. Tienes que reconocer que naciste, simplemente, para existir.
Y nadie dijo que fuera fácil... es duro. De manera irreversible, te ves siempre con temor a caer en medio de todas tus emociones... siempre estás en medio. Es duro. Y es duro que te entiendan por lo que realmente eres... Pero solo Dios sabe que caminas solo, ciego y sin ningún tipo de guía al que poder recurrir dentro de este mundo dividido... Donde nunca podrás ser como los demás, aunque lo intentas, y lo vuelves a intentar.
E intentas decirte a ti mismo que sí, que lo eres, que eres igual a los demás... Pero, de nuevo, en lo más profund de tu corazón sabes que la incertidumbre vuelve a jugarte una mala pasada, y te mientes a ti mismo.
Y siempre estarás fuera de todo.
Y siempre serás alguien ajeno a los demás.

martes, 26 de abril de 2011

Eternidad.

Efímera. Un término que define bastante bien todo a lo que, ahora, estamos acostumbrados.
Destapar una botella de agua con gas significa, posteriormente, quedarnos con agua sin gas. Cortarnos el pelo solo sirve para tenerlo corto varias semanas más, pues vuelve a crecer.
Supongo que la vida es como el pelo (en casos "normales", es decir, si tienes alopecia o eres calvo, no), da igual los cortes que te hagas, cómo te lo cortes, si te lo tiñes... siempre vuelve a crecer, pero nunca es el mismo. El pelo, como nosotros, se transforma, evoluciona, cambia, se cae...
El cambio; deseado a veces y, otras tantas, forzado. Hay cosas que no controlamos, cosas que se nos escapan de las manos por el "simple" hecho de ser humanos. Los hechos acontecidos en los últimos días casi me han obligado a que escriba sobre ello.
Y, es que vivimos como si fuésemos a vivir para siempre, damos las cosas por sentado cuando, en realidad, cualquier imprevisto podría cambiar todo lo que creíamos que era de una forma: construímos edificios para vivir en ellos o para trabajar en ellos, tomamos el sol para ponernos morenos y poder lucir el tono de piel por donde quiera que vayamos, planeamos viajes con amigos para verano desde Navidades... Hacemos todas estas cosas dando por hecho todo menos lo improbable, que, nos guste o no, también es probable.
Cuando construímos un edificio, corremos el riesgo de que se derrumbe, de que sea objetivo de un ataque terrorista, de que haya un terremoto y se desplome, se vaya erosionando poco a poco... Cuando tomamos el Sol, sabemos que corremos cierto peligro de padecer cáncer de piel, pero queremos ponernos morenos. Cuando planeamos un viaje, lo hacemos sin tener en cuenta futuros accidentes cercanos a la fecha del viaje, sin pensar que podemos tener un accidente en el avión...
La vida implica la muerte. Quiero decir, para poder vivir, hay que ignorar la muerte hasta el punto en el que sea inevitable. Eso sí, siempre teniendo cierto criterio: no vamos a saltar desde un puente sin cuerda esperando salir ilesos de la caída, por ejemplo. Pero los accidentes ocurren y, por más que nos duela, muchas veces no podemos hacer nada, salvo llorar.
Fugaz. Cada etapa en la vida es fugaz, nada dura para siempre. Todo lo que creemos que durará mucho tiempo, puede sorprendernos y acabarse antes de haber empezado, y todo lo que esperamos que dure poco, puede alargarse toda una vida. Creemos estar en control de todo, pero la gran mayoría de las cosas se escapan de nuestro alcance, de nuestro entendimiento... Estamos preparados para no estar preparados para las sorpresas, desgracias, cosas inesperadas que la vida nos trae, y no podemos hacer nada para solucionarlo.
Tampoco podemos hacer nada para solucionar las cosas que se escapan de nuestro alcance, y es que a veces nos olvidamos de que nosotros también somos efímeros, fugaces, pasajeros de una vida que no sabemos a dónde nos llevará, a quién nos presentará ni cuándo se acabará. Y se acaba. Como se erosiona la roca a lo largo del tiempo y como el gas de una botella de agua con gas cuando la destapas.
Así como surge la vida de la nada, también se acaba. Nos gustaría solucionarlo, nos gustaría poder cambiarlo, pero no podemos. Queremos vivir para siempre, que lo bueno se quede con nosotros todo el tiempo posible, y que lo malo se vaya para nunca volver. Pero, ¿tendríamos la misma concepción de "bueno" y "malo" si viviéramos para siempre? ¿Tendría sentido hacer lo que hacemos cada día si viviéramos para siempre?
Cuando alguien a quien queríamos se ausenta para siempre, sentimos un dolor inmenso. Nos empezamos a hacer preguntas sin sentido, de toda clase, intentando buscarle complejidad a algo muy simple: no podemos controlarlo todo. Y la vida es como una ecuación de matemáticas sin solución.
Leí una vez que "La vida es un cúmulo de sensaciones positivas y negativas que tienden a neutralizarse en la muerte. Lo divertido de ella es maximizarla y minimizarla en suicidios crónicos". A veces, cuando las cosas han ido mal y no hay nada que puedas hacer para solucionarlo, solo queda llorar. Y es así, por mucho que duela. Hay veces en que lo único que vamos a poder hacer con nuestras vidas es sentarnos a llorar por eso que perdimos y que no vamos a recuperar. Y no lloramos porque hayamos perdido a algo o alguien, sino porque no volveremos a recuperarlo nunca más. Cuando esto ocurre, solo podemos dejar que el tiempo pase (muy lentamente, por cierto), pero no esperes una cura milagrosa.
El tiempo deja cicatrices y, a lo largo del camino, pueden volver a abrirse esas heridas que creíamos cicatrizadas. No es que nos vayamos a olvidar nunca de lo que ocurrió, pero aprendemos a vivir con ello; y de toda esa pena, rabia y dolor que sentíamos en su momento, acabamos sacando algo positivo, algo por lo que volver a tener ganas de vivir, de reír, de disfrutar.
Y dicen que nada es para siempre, que la eternidad no existe, que estamos solo de paso. Supongo que, por una parte, es cierto, pero nada muere cuando lo sigues recordando, si permanece en tu corazón. Solo tienes que saber qué quieres recordar: el hecho de que perdiste algo, o el hecho de que tuviste la suerte de poder disfrutarlo.
Nada pasa porque sí, todo nos enseña algo y, si alguna vez te dicen que todo volverá a la normalidad, mienten. Nada vuelve a ser igual, todo es distinto, todo cambia, tú cambias. Pero aprendes a vivir en tu nuevo yo y te vuelves a acostumbrar a esa nueva vida que vas a tener sin aquello de lo que una vez disfrutaste, porque no lo perdiste.
Lo perdido se olvida, lo ganado se recuerda.

Entrada inspirada por: Claudia Noda Demetrio y Paula Núñez Martín.
Dos ángeles eternos.

domingo, 17 de abril de 2011

Juzgado

Quizás tenga un serio problema y espere de las personas el mismo trato que intento darle yo a ellas.
No me considero, para nada, una gran persona, y cometo muchísimos errores, pero no creo tener mal fondo. Tampoco me gusta dar por sentado que sé algo de alguien porb cómo actúa, se viste, habla...
Ahí comienza mi problema.
Resulta que, vivimos en un mundo donde todo tiene que tener explicaciones sacadas de contexto, donde a todo se le busca un por qué y donde se necesita calificar, o cualificar, a la gente desde antes de conocerla. Pues bien, me siento como un pez nadando a contracorriente.
Me encanta la gente, me encantan las culturas, me encanta la música (en un amplio sentido), me encanta el cine, me encanta la playa, me encanta la moda, me encanta encerrarme en mi casa viendo películas, me encanta salir de fiesta... Me gusta la vida, en general.
Me gustan muchísimas cosas, cosas que, a lo mejor, no suelen venir de la mano, unidas unas con otras, pero sí en mí caso. Eso es lo que parece que la gente no entiende. Me gusta la belleza de las cosas, hasta de lo más simple: el sonido de la aguja de un tocadiscos cuando el vinilo deja de sonar, ver cómo una gota de agua rebota dejando hondas sobre el resto de su superficie, el sonido del mar mientras estoy tumbado en la arena, la compañía, la soledad, los atardeceres...
Sé que no todo sobre mi es bonito, que puedo no caer bien. A veces soy insoportable, no lo niego. No sé callarme, puedo parecer soberbio en ocasiones... etc.
Supongo que lo que quiero decir es que estamos acostumbrados a ordenar mentalmente a la gente que conocemos, o creemos conocer, bajo etiquetas y asociando unas cosas con otras... y no siempre es así. Estoy cansado de que la gente a mi alrededor piense cosas que no son, aunque no debería importarme lo que la gente que juzga a la ligera sin molestarse en intentar ver lo que hay más allá de lo se observa a primera vista piense.
Me gustan los polos, pero no soy pijo. Me gustan las camisetas de tiros, pero no para enseñar musculitos (de los que carezco) ni por intentar ser cool. Me gustan las camisetas con propaganda o con nombres de grupos de música, y no tienen por qué gustarme ni esas marcas que muestran ni esos grupos de música. Que una cosa sea me parezca bonita por fuera no quiere decir que lo que contenga me guste. Lo mismo puede suceder al revés. Que aprecie lo que, para mi, es bello en su mera apariencia, no quiere decir que no me fije en lo que, para mi, es bello por su contenido. Pero las cosas que tienen, para mi, bello contenido, no tienen por qué corresponderse con aquellas que, para mi, son bellas superficialmente. Quiero decir, ¿a cuántos no nos gusta la boca con la lengua de los Rolling sin necesidad de que seamos fanáticos del grupo? ¿cuántas portadas de libros horribles hay que, luego, cuentan una historia maravillosa? ¿cuántas películas tienen un elenco de actores impresionante, una repercusión de medios enorme y fallan completamente en la propia película?
Mucha gente va por ahí alardeando de su gran liberalidad, de su capacidad de observar el mundo sin juzgarlo... ¿enserio?
No quiero decir que yo no estereotipee a la gente, ni que no pueda equivocarme la mayoría de las veces que lo haga, pero trato de no juzgar a muerte ni de encasillar a la gente que ya conozco: ni por su forma de vestir, ni por la música que escuchan, ni por su corte de pelo, ni por el color de su piel, ni por sus preferencias sexuales. ¿Por qué lo hacen conmigo? ¿Por qué me preocupo?
No sé en los casos ajenos pero, en mi, hay cosas que se dan porque sí, sin sentido. No hay explicaciones absurdas que hacer, ni adejtivos que adjuntarme, simplemente es así. Y, ¿por qué explico esto un lunes a las 7:30 de la mañana en un blog que verá poca gente? Pues porque se me pasaba por la mente... Supongo que es una de esas cosas que no viene a cuento muy a menudo.
Es fácil parecer tonto, del montón... Pero hay una línea difusa entre el ser y el parecer que pocos se atreven a cruzar. Yo intento conocer a todas esas personas que están a mi alrededor, ver lo que son sin juzgarlas por lo que parecen ser. No vas a encontrar hielo entre la lava de un volcán, está claro. No puedes sacar cosas buenas de donde no las hay, pero primero asegúrate de que sabes lo que hay.
Piensa, también, si te gustaría ser juzgado de la misma manera en la que te dedicas tú a juzgar a la gente, si te sentirías cómodo, si te apetecería estar a menudo con esa gente que parece que lo único que sabes es atribuirte adjetivos sin saber, en realidad, cómo eres. No pienso cambiar mi forma de vestir para agradarte, no pienso dejar de escuchar la música que me gusta y, desde luego, no se me pasa por la cabeza adecuarme a aquello que te empeñas que sea. Moléstate en ahondar en lo que hay más allá de lo que ves, a veces es necesario. Si no te gusta lo que ves, o si no te gusta lo que crees conocer ya, vete por donde mismo viniste, pero no te dediques a intentar hacer daño ni a intentar sacar a relucir todos mis defectos por encima de todas mis virtudes para divertirte. Yo podría hacerlo, y te aseguro de que acabarías peor de lo que tú podrías dejarme a mí.
Aquí acaba mi problema.

jueves, 17 de febrero de 2011

...pero te cansaste.


Y la noche se me vino encima.
Esperaba, como un niño al salir del colegio, ver tu cara. Dejar de sentir ese gusanillo mientras buscaba en la multitud para ver si habías decidido venir esta vez, y poder dormir tranquilo todas las noches sabiendo que ibas a estar ahí. Supongo que es culpa mía.
Hoy no apareciste, sin embargo, decidí esperar. Hacía frío, pero no me importaba. No me importaba sacrificar un poco de tiempo para tener la oportunidad de verte. Al parecer tu tiempo y el mío no valen lo mismo, o tú me das menos valor del que yo te doy a ti.
Ya dijiste que no acostumbrara a verte por ahí, pero un mes da para mucho. Ahora no puedo evitar pensar que te fuiste después de obtener lo que querías, como todos. Si no es así tampoco creo que vayas a explicarte, ni que te importe lo que pueda pensar yo de alguien que no me perteneció nunca.
Yo también me he habituado a la nieve ya, pero aún no compartimos cualidades. El frío y tu parecen haberse compenetrado muy bien, tanto que ya casi parecen lo mismo. No sé qué pasó para que eso pasara, tampoco me lo explicaste. Nada que me incumba, al fin y al cabo, ¿quién soy para ti?
Solo sé que ahí me quedé, bajo el gélido aire esperando verte pasar. Derretirnos juntos mientras disfrutábamos de esa puesta de Sol, era todo lo que deseaba. Se me olvidaba que los deseos los concedía un genio, y todavía no he encontrado la lámpara mágica. Así que, ahí me quedé, solo.
Sentí un tremendo alivio cuando reflexioné y pensé que, de esa manera, podía pensar solamente en mi, dejarme de quebraderos de cabeza, saber a dónde voy con mi vida... Más tarde llegué a la conclusión de que mi vida está con quien quiera ver conmigo la puesta de Sol, y que tú solo querías pasar conmigo la noche bajo las estrellas.
Fugaz como las estrellas y frío como la nieve.
Yo soy más de las tonterías, de las promesas para siempre que al final no se cumplen, pero con las que se puede vivir muy feliz durante cortos periodos de tiempo. Soy más de atardeceres que se dan la mano, de mañanas que se levantan juntas, de días seguidos... Demasiado para alguien frío como la nieve y fugaz como las estrellas.
A pesar de todo, ahí estoy cada tarde, en ese mismo banco. Cada día más nubes impiden a mi vista poder ver el atardecer, y el gélido aire consigue ir congelándome por partes el corazón. De todas formas, en el fondo de mi ser, no pierdo la esperanza. Quiero creer que, en alguna parte, cuando veo la puesta de sol, hay alguien sentado en algún lugar del mundo, viendo la puesta de sol también.
Que sueñe con pasar este invierno helado fundido en un abrazo, en un beso... Mientras esperamos a la primavera, mientras crece eso que el frío impedía crecer.
Mientras, te espero a ti.

martes, 15 de febrero de 2011

Aprendí a sufrir...

...y creo que ya me acostumbré.
Mis padres nunca mostraron mucho interés por mi, ni por mis prioridades; nunca quisieron saber qué rondaba por mi mente, ni siquiera preguntaron. Cada logro caía en el olvido rápidamente, cada virtud era sutilmente escondida para ser encontrada... nunca vieron la luz.
Me enamoré de alguien, o eso creí haber hecho, y tuve la gran suerte de que durase tres semanas. Gilipollas. Como todos, hasta la fecha.
De nuevo, alguien se cruzó en mi camino. Ocho meses (más o menos) de risas y lágrimas. Una cena, un beso a oscuras, una mirada cómplice, una canción, mi primera vez, velas, muchas guaguas, ilusión, dudas, muchas dudas... mentiras. En eso se quedó. Ocho meses perdidos en el tiempo y yo perdido junto a ellos.
Pero... ¿quién lo entiende? Y, de todas formas... ¿a quién le importa?
Dedico, dia sí y día también, tiempo, a veces más y otras veces menos, a pensar en ti, en nosotros (qué raro suena ahora), en lo que éramos... en lo feliz que pareces ahora. Después de lo que pasó ni siquiera debería importarme, ni siquiera debería estar al tanto de tu vida ni de con quién decides pasarla, pero por más que siga queriendo negarlo, llevo 9 meses estándolo. Es obvio, ¿no? Aprendí a sufrir, me acostumbré y ahora parece que hasta me gusta. En masoquista me convertí.
Y, de repente, apareces tú. Con tus no-promesas, tu sentido del humor, tu sinceridad, tu risa, tu altura, tu pelo... en fin, con tus defectos y tus virtudes. Consigues que me divierta, que piense en ti, que me apetezca verte otra vez, pero ¿a dónde vamos? ¿Qué somos? ¿Por qué siento la absurda necesidad de ponerle etiquetas a todo lo que pasa por mi vida?
Miedo. Esa puede ser la palabra que lo resuma todo. Y es que ¿a caso no nos pasa a todos? Miedo de conocer a alguien, miedo de saber qué somos, miedo de lo que podría ocurrir mañana, miedo de lo que podría venir después de, miedo de dejarlo, miedo de no olvidarte, miedo de que te alejes... ¿miedo al sufrimiento?
Parece ser que, por más que uno se acostumbre a los malos tragos que la vida pueda traerle consigo, no se aprende a sufrir, ni se acostumbra a sufrir. Sufrimos con cada decepción por igual, y por más que tratamos de convencernos de que nunca volveremos a sufrir más que la última vez que lo hicimos, lo volveremos a hacer. Y nos sorprendemos. Y nos da miedo.
Y eso siento, miedo a sufrir. Quizás por eso no me atrevo a preguntarte las cosas que querría saber, por miedo a no escuchar lo que quiero y sufrir. Sin embargo, ¿cómo puedo aspirar a asumir mi pasado si no tengo claro si mi presente me llevará a tener un futuro a tu lado?
A lo mejor tengo que aprender a ser paciente, a dejarme llevar, que el tiempo decida. Pero tengo miedo. Tengo miedo de que mis sentimientos empiecen a florecer y de que, luego, echen raíces. ¿Vendrá luego el fuego de la desilusión a quemarlos? Supongo que es algo a lo que tendré que arriesgarme.
Nos arriesgamos a sufrir, a pesar del miedo, levantamos la cabeza y seguimos adelante, lo que hace que nos convirtamos en personas valientes... o estúpidas.
Así que, aquí me hallo: entre valentía y estupidez. Me levanto sintiendo incertidumbre todos los días: ¿qué pasará hoy? ¿se cansará hoy de mi? ¿se acordará hoy de mi? ¿me llamará hoy? ¿me echará de menos? ¿querrá verme? ¿me querrá?
Supongo que siempre es mejor sentir esa incertidumbre a darlo todo por perdido, por muerto. Porque, a pesar de que muchas veces creí estarlo, no estoy muerto. Quiero imaginarme un mundo contigo, porque estoy vivo, y porque, ahora mismo, no me importaría compartir mi vida contigo.

domingo, 2 de enero de 2011

Y ya son 20! (casi)

Sin embargo, yo me siento igual de perdido que siempre, o incluso más. Las personas que creiste que siempre estarían ahí desaparecieron un día, sin más; aquella persona por la que sentiste el más puro, sincero y verdadero amor, te la jugó; aquél familiar que tanto significaba para ti, resultó ser de todo, menos lo que pensabas que era. Los años pasan, y las decepciones se acumulan.
Pero siempre llegan nuevas sorpresas y nuevas personas por las que dejarse sorprender: ese que juzgaste sin conocer y te sorprendió, siendo una de las mejores personas que pudiste conocer; aquél que, además de reir los buenos momentos contigo, te demostró que también estaba para los malos; ese familiar con el que no tenías relación, y te recibió con los brazos abiertos...
Luego están esos, los de siempre: los que siempre han estado, los que siempre estuvieron, y los que siempre estarán. Cada año son menos, pero son los más valiosos. Gracias por hacer que, a pesar de las mil y una decepciones que pueda acumular a lo largo del año, éste merezca la pena vivirlo. Son mi pequeña familia y, sin ustedes, celebrar que el año se acaba y que empieza uno nuevo, no tendría sentido.
Con eso me quedo. Los años seguirán pasando y las decepciones seguirán acumulándose, pero cada error, cada decepción, será una lección aprendida. Este año, he aprendido muchísimas cosas, pero la que más importancia tiene es la de valorar lo que se tiene, aunque sea poco. Yo los tengo a ustedes, no se si serán poco, o serán mucho, pero para mi lo son todo. Y hoy no me importan las desgracias, si sé que mañana van a estar a mi lado.
No importa si me engañaron, no importa si estuvieron conmigo por interés, no importa si me quieren, no importa si me odian... Gracias a todos, hoy soy una persona de la que estoy orgulloso ser y, aunque también cometo errores, sé que aquellos que de verdad me valoran, sabrán perdonarme.
Así que, por muy diícil que pueda sonar, no guardo rencores, y no le deseo el mal a nadie. Por los que se fueron, por los que vinieron, y por los que se atrevieron a quedarse otro año más a mi lado: Feliz año nuevo.