Powered By Blogger

Vistas de página en total

martes, 10 de abril de 2012

¡Otro Gyntonic, por favor!


El tema de conversación por excelencia, con o sin alcohol de por medio, siempre es el mismo: sexo o, en su defecto, amor. Esa noche, con gyntonics de por medio por cierto, no podía ser menos. Fue ahí, en esa conversación, donde pude descubrir más de la personalidad de aquellas dos personas con las que estaba hablando que en todo el tiempo que llevaba conociéndoles.
Llegué a la conclusión de que, por mucho que la gente trate de mentalizarse de que la mejor cura a la decepción es no esperar nada de nadie, esa es una tarea casi imposible para todo ser con un mínimo de humanidad. Estamos destinados a confiar en alguien, aunque solo sea una persona... Y precisamente por eso, como por ello peligra nuestra integridad y nuestra más celosa intimidad, tenemos miedo a que nos defrauden, a que nos decepcionen. Algo que hacen más a menudo de lo que nos gustaría.
Él decía, mientras bebía un sorbo de su vaso y se ponía las botas en su fuero interno pensando en cuántos penes tocaría esa noche, que no estaba destinado a compartir su vida con nadie, que lo intentó una vez y se vio muy agobiado. Lo decía con tal convicción que aún estoy pensando, semanas después, si creerle o no. Lo cierto es que, a pesar de no ser ningún experto en el tema del amor y haber salido perdiendo la única vez que tuve la oportunidad de beber un sorbo de él, sentí pena. Sentí pena porque, aunque yo ya hacía tiempo que no sentía nada parecido a lo que una vez sentí por alguien, sé qué era lo que se sentía estando enamorado... Por lo que él me dio a entender, jamás había estado cerca del amor, pero ¿hasta qué punto era eso cierto? Y, si lo era, ¿cómo es posible que tuviera tan claro que no quería algo que nunca había experimentado? Aun teniendo tantas preguntas, no le hice ninguna, pues no creía que fuese la persona idónea para andar dando lecciones de nada. Yo, que había cambiado los sorbos de amor por sorbos de Gyntonic y que, paradójicamente, también estaba pensando en cuántos penes me tocaría conocer esa noche.
Ella, por el contrario, lo veía todo de una manera muy sistemática. Hablaba de haber conocido a un par de chicos con la idea predeterminada de acabar pronto lo que fuera que tuvieran. Pensaba que aún era demasiado joven para atarse a alguien y que, cuando se acercase más a la treintena, pensaría más seriamente en intentar formar parte de la vida de alguien. Tenía muchas preguntas, pero por el mismo motivo que a él no se las hice, a ella tampoco. ¿Iba a dejar escapar al amor de su vida, en el caso de que apareciera, solo porque era “demasiado joven para atarse a alguien”? ¿Cómo estaba tan segura de que justo a los 30 aparecería esa persona tan especial?
En el fondo sabía que todas mis preguntas tenían una respuesta muy simple: miedo. Ambos intentaban alejarse al máximo de la idea de enamorarse de alguien porque, para ello, se necesita confiar en otra persona al cien por cien y, a veces, pesa más la posible idea de la decepción que el remordimiento de no haberlo siquiera intentado.
Innumerables veces oigo “Lo mejor es no esperar nada de nadie, así no te decepcionas. Exígete mucho para poder estar tranquilo contigo mismo, y los demás que hagan lo que quieran”.
No es que quiera llamar mentirosos a las personas que creen esto pero, ¿de verdad es posible dar lo mejor de ti mismo sin esperar nada a cambio? O, peor: ¿de verdad es posible dar lo mejor de ti mismo recibiendo palos por todos lados? Porque, no es por ser interesado, más bien trato de ser realista, pero aunque no esperamos ninguna reacción inmediata a nuestras buenas acciones, sí que esperamos que tengan una repercusión en la vida de la gente que nos rodea, aunque solo sea en la manera en la que te tratan, en la manera en la que te miran, en lo que sienten por ti.
Con tanta pregunta no sé si entregarme por completo a la bebida, o seguir a la espera de ese alguien digno de mi confianza, resistiéndome a cubrirla con una coraza para evitar que la decepción sea todo lo dura que puede llegar a ser... Porque siempre hay decepción, en menor o en mayor medida.
De momento, creo que me pediré otra copa.


1 comentario:

  1. Que grandes palabras.. en esto he pensado bastantes veces.. y.. sigo pidiendome otra copa...

    ResponderEliminar