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lunes, 30 de septiembre de 2013

Drama queen.


¿Por qué triunfan las comedias?

Es una pregunta que me hago cada vez que veo una película o un capítulo de una serie. ¿Por qué? Sí, te hacen reír a carcajadas durante varios minutos e, incluso, pueden hacer que te olvides de aquello que tanto te preocupa en el día día durante un tiempo, pero, con riesgo a sonar algo pretencioso, ¿qué te aportan?

No haré un análisis sobre por qué las comedias atraen mucho más que el resto de géneros televisivos y cinematográficos, sin embargo no entiendo por qué tanta reticencia hacia los dramas. Los dramas son la vida. Aunque a lo mejor estoy equivocado, al fin y al cabo... ¿qué se yo sobre la vida? Quizás no mucho, pero sí sé que, al menos la mía, es más parecida a un drama que a una comedia y que, aunque en ocasiones me río, también lloro.

Y pienso... ¿no es más reconfortante un drama que una comedia? Para mi, una comedia es como dar dinero para alimentos a países tercermundistas. Son una vía de escape, y es pan para hoy, pero hambre para mañana. Los dramas, por el contrario, son la esencia de lo que vivimos cada día. De la vida no saldremos vivos nunca, pero de los dramas sí; y no entiendo como esa sensación tan estupenda no es valorada como los minutos de carcajadas durante las comedias. Al fin y al cabo, después de ellos, ¿qué te queda?

Después de los dramas te queda esperanza. Analizas la historia que acabas de vivir, real o ficticia, la comparas a la tuya y, al final, siempre acabas ganando. Tu vida podría ser más miserable, pero no lo es. Y, por un momento, se te llena el alma de buenas intenciones, de ese afán de superación que tanto echabas de menos, de determinación... Y, aunque muchas de las veces al final eso quede en nada al día siguiente, no es algo que cambie por unos minutos de risas.

Después de las comedias se hace más duro volver a la ídem realidad.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Y la respuesta correcta es...

La respuesta era que le quería.

Las noches eran interminables, pero en su pensamiento no había lugar para mi. Tampoco me sorprendía. Me encantaba escucharle hablar, aunque lo que decía rara vez coincidía con las conversaciones que manteníamos en mi realidad paralela.

Me preguntaba si lo sabía. Me preguntaba si sería capaz de mantener el corazón en una caja con la etiqueta "MUY FRÁGIL" embalada por doquier. Me preguntaba si esos sentimientos que afloraban desde hace ya un tiempo respetarían el etiquetado ya que, a veces, la sinapsis no era suficiente. Y, entre tanta pregunta, a veces me olvidaba de las respuestas. Porque, ¿cuánto tiempo podemos estar dándolo todo mientras nos vamos conformando con las migas? ¿Moriríamos de hambre, o acabaríamos yendo juntos a cenar entre flores y velas? ¿Volveríamos a formar parte de esa carne resignada del buffet libre?

Y es que, como la gran mayoría de preguntas complicadas, la respuesta era bastante simple. No sabía por qué era así, quizá fuera su forma rara de vestir. A lo mejor eran sus rizos, sus labios tal vez. Quizá me esmeraba por buscarle un porqué a todo para intentar justificar algo que, probablemente, no tuviera ni pies ni cabeza.

Si tuviera que responder al porqué, diría que la respuesta era que le quería.
Y, ¿quién es capaz de explicar eso?