Debería ser considerado ciencia exacta el fenómeno que sucede cada año en la época estival. Como animales que somos, aunque intentemos ocultarlo a veces en sociedad (y de mala forma), sale el sol después de una fresca primavera, y nosotros con él. Como borregos. Lo esperamos, nos preparamos, lo perseguimos y acabamos entregándonos a él.
Pantalones cortos, camisetas de manga hueca, colorines, gafas espejadas, pulseras flúor... El objetivo es enseñarnos al mundo, hacernos notar, rozarnos, besarnos... Y acaba ocurriendo. Ciencia exacta, como decía, esta de enamorarse en verano. ¿O se van a mentir a ustedes mismos jurándose que nunca les ha ocurrido?
No cuela.
El problema viene después, con el tan lejano otoño. Y es que, contrario a lo que muchos esperamos, llega. Y el sol vuelve a ser intermitente, y nos tapamos, y nos encerramos en nosotros mismos y, finalmente, el Sol no sale.
¿Para siempre?
Continuará...
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