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viernes, 12 de octubre de 2012

Solitario

La cantidad de juegos innovadores y modernos que existen ahora para jugar en un teléfono móvil es abrumadora, y yo no me canso de jugar al solitario. A veces no sé si tomármelo como una indirecta que el Universo me quiere mandar. Marta sabrá de lo que hablo.
Era de noche en Madrid, y yo iba como casi siempre iba a todas partes, bajo tierra. En el metro, vamos. Mientras escuchaba música, los gritos de la gente que terminaba de hacer botellón en el andén me irritaban un poco. La víbora que, en ocasiones, quiere sacar lo peor de mi, trataba de hacerme levantar y gritarles que se fueran con la fiesta a otra parte, pero no sucumbí a la hipocresía. Era viernes y la una y media de la mañana, y yo también he gritado mientras hacía botellón en el andén del metro.
Después de que el lado racional de mi persona, del que tantas veces huyo, se encargara de hacerme entrar en razón, valga la redundancia, subí el volumen de mis auriculares, con cuidado de no quedarme sordo y de no hacer evidente, para las chicas que tenía sentadas al lado, la música que escuchaba, e inicié una nueva partida en el solitario. Solitario yo también, comencé a hacer comparaciones metafóricas entre el propio juego y el amor.
Sin mucho éxito, me di cuenta de que lo mío ya rozaba la enfermedad. Si estar desesperado por encontrar una persona que te entienda con solo una mirada no era una, yo estaba a punto de convertirlo. Lo que sí era cierto era que, no importaba las veces que una partida al solitario me fuera mal, siempre quería jugar otra. Y, después, otra, y otra, y otra, y otra... Aunque los comodines no me salieran para poder abrir mi juego, aunque no tuviera hueco donde colocar las cuatro K. No me importaba las veces que las cartas jugaran en mi contra, siempre quería volver a intentarlo.
En el amor me pasaba lo mismo, solo que todavía, en ese juego, no había tenido la fortuna de ganar. Ya sabes lo que dicen por ahí: "afortunado en el juego...". Sin embargo, ahí seguía, perdiendo partidas, reiniciando el juego y tan solitario como de costumbre.
Pero lo volví a intentar.





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