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domingo, 17 de abril de 2011

Juzgado

Quizás tenga un serio problema y espere de las personas el mismo trato que intento darle yo a ellas.
No me considero, para nada, una gran persona, y cometo muchísimos errores, pero no creo tener mal fondo. Tampoco me gusta dar por sentado que sé algo de alguien porb cómo actúa, se viste, habla...
Ahí comienza mi problema.
Resulta que, vivimos en un mundo donde todo tiene que tener explicaciones sacadas de contexto, donde a todo se le busca un por qué y donde se necesita calificar, o cualificar, a la gente desde antes de conocerla. Pues bien, me siento como un pez nadando a contracorriente.
Me encanta la gente, me encantan las culturas, me encanta la música (en un amplio sentido), me encanta el cine, me encanta la playa, me encanta la moda, me encanta encerrarme en mi casa viendo películas, me encanta salir de fiesta... Me gusta la vida, en general.
Me gustan muchísimas cosas, cosas que, a lo mejor, no suelen venir de la mano, unidas unas con otras, pero sí en mí caso. Eso es lo que parece que la gente no entiende. Me gusta la belleza de las cosas, hasta de lo más simple: el sonido de la aguja de un tocadiscos cuando el vinilo deja de sonar, ver cómo una gota de agua rebota dejando hondas sobre el resto de su superficie, el sonido del mar mientras estoy tumbado en la arena, la compañía, la soledad, los atardeceres...
Sé que no todo sobre mi es bonito, que puedo no caer bien. A veces soy insoportable, no lo niego. No sé callarme, puedo parecer soberbio en ocasiones... etc.
Supongo que lo que quiero decir es que estamos acostumbrados a ordenar mentalmente a la gente que conocemos, o creemos conocer, bajo etiquetas y asociando unas cosas con otras... y no siempre es así. Estoy cansado de que la gente a mi alrededor piense cosas que no son, aunque no debería importarme lo que la gente que juzga a la ligera sin molestarse en intentar ver lo que hay más allá de lo se observa a primera vista piense.
Me gustan los polos, pero no soy pijo. Me gustan las camisetas de tiros, pero no para enseñar musculitos (de los que carezco) ni por intentar ser cool. Me gustan las camisetas con propaganda o con nombres de grupos de música, y no tienen por qué gustarme ni esas marcas que muestran ni esos grupos de música. Que una cosa sea me parezca bonita por fuera no quiere decir que lo que contenga me guste. Lo mismo puede suceder al revés. Que aprecie lo que, para mi, es bello en su mera apariencia, no quiere decir que no me fije en lo que, para mi, es bello por su contenido. Pero las cosas que tienen, para mi, bello contenido, no tienen por qué corresponderse con aquellas que, para mi, son bellas superficialmente. Quiero decir, ¿a cuántos no nos gusta la boca con la lengua de los Rolling sin necesidad de que seamos fanáticos del grupo? ¿cuántas portadas de libros horribles hay que, luego, cuentan una historia maravillosa? ¿cuántas películas tienen un elenco de actores impresionante, una repercusión de medios enorme y fallan completamente en la propia película?
Mucha gente va por ahí alardeando de su gran liberalidad, de su capacidad de observar el mundo sin juzgarlo... ¿enserio?
No quiero decir que yo no estereotipee a la gente, ni que no pueda equivocarme la mayoría de las veces que lo haga, pero trato de no juzgar a muerte ni de encasillar a la gente que ya conozco: ni por su forma de vestir, ni por la música que escuchan, ni por su corte de pelo, ni por el color de su piel, ni por sus preferencias sexuales. ¿Por qué lo hacen conmigo? ¿Por qué me preocupo?
No sé en los casos ajenos pero, en mi, hay cosas que se dan porque sí, sin sentido. No hay explicaciones absurdas que hacer, ni adejtivos que adjuntarme, simplemente es así. Y, ¿por qué explico esto un lunes a las 7:30 de la mañana en un blog que verá poca gente? Pues porque se me pasaba por la mente... Supongo que es una de esas cosas que no viene a cuento muy a menudo.
Es fácil parecer tonto, del montón... Pero hay una línea difusa entre el ser y el parecer que pocos se atreven a cruzar. Yo intento conocer a todas esas personas que están a mi alrededor, ver lo que son sin juzgarlas por lo que parecen ser. No vas a encontrar hielo entre la lava de un volcán, está claro. No puedes sacar cosas buenas de donde no las hay, pero primero asegúrate de que sabes lo que hay.
Piensa, también, si te gustaría ser juzgado de la misma manera en la que te dedicas tú a juzgar a la gente, si te sentirías cómodo, si te apetecería estar a menudo con esa gente que parece que lo único que sabes es atribuirte adjetivos sin saber, en realidad, cómo eres. No pienso cambiar mi forma de vestir para agradarte, no pienso dejar de escuchar la música que me gusta y, desde luego, no se me pasa por la cabeza adecuarme a aquello que te empeñas que sea. Moléstate en ahondar en lo que hay más allá de lo que ves, a veces es necesario. Si no te gusta lo que ves, o si no te gusta lo que crees conocer ya, vete por donde mismo viniste, pero no te dediques a intentar hacer daño ni a intentar sacar a relucir todos mis defectos por encima de todas mis virtudes para divertirte. Yo podría hacerlo, y te aseguro de que acabarías peor de lo que tú podrías dejarme a mí.
Aquí acaba mi problema.

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