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jueves, 17 de mayo de 2012

El País de las Maravillas.

...
No supo cómo su día dio un giro de 360º. Bueno, en realidad si lo sabía, la razón era ella. Siempre la había admirado, y desde que tuvo la oportunidad de conocerla a fondo, aún más.
Era de esas personas que tanto le costaba encontrar... Una persona cuya compañía nunca podría llegar a cansarle, una persona que conseguía hacerle reír aunque las situaciones de ese mismo día se hubiesen encargado de hacerle olvidar tal verbo. A su lado, se sentía afortunado a la vez que desdichado. Era injusto que ambos se privasen, durante años, de sus respectivas compañías por asuntos que no tendrían que afectar la relación de dos niños de su edad. Pero ya no eran niños.




Mientras bajaba por la Gran Vía, y tras haberse despedido de su hermana, aprovechaba para admirar la majestuosidad de los edificios del centro madrileño. El caos que azotaba a la ciudad a esas horas de la noche y el ruido de los coches, le incitaron a sumergirse en su música. Así que, sin pensárselo dos veces, conectó sus auriculares a su teléfono móvil, imaginándose, como tantas otras veces, que era el protagonista de un videoclip.
Podría haber cogido el metro, pero prefería ir disfrutando de la cálida noche de verano que la primavera ofrecía en la capital, lo que le ayudó a retomar el contacto con su mundo interior. Mundo de dudas. Mundo de inseguridades. Mundo de arrepentimientos. Mundo de odio... Su peor enemigo.
Seguía preguntándose, como siempre hacía, cuándo sería que alguien pudiese ver a través de él como si de agua se tratara. Sabía que su imagen era capaz de confundir la percepción de la gente respecto a su persona, pero si él no se dejaba llevar por las primeras apariencias nunca, no quería a su lado a nadie que sí lo hiciera. A lo mejor ése era su problema.

- "Políticamente incorrecto, sentimentalmente correcto", pensó para sí.

En realidad, lo que se llevaba en su mundo era eso de ser políticamente correcto, aunque sentimentalmente incorrecto. Luego, muchos se atrevían a llamarle malcriado. A él no podía importarle menos. En realidad, aunque sabía que pocos eran los que le entendían a la perfección, sus más allegados sabían que no era una mala persona y, por más que una panda de desconocidos pudiera decir lo contrario, él sabía bien a lo que atenerse. O no.
Estaba cansado de que su manera de ser le diese tantos problemas. El cambio era una opción pero, ¿se traicionaría a él mismo? ¿Realmente era posible llegar a cambiar a ser algo que él mismo odiaría ser solo por encajar? Cada día lo veía menos claro.
Ya se encontraba por el emblemático Café Jamaica, girando a Princesa, cuando la gran balada del CD que no había parado de escuchar durante los últimos cuatro días terminó. Se dio cuenta de que, inconscientemente, la triste canción había nublado sus pensamientos con sus temores e inseguridades. Según empezó a sonar la siguiente, esbozó una sonrisa. Una sonrisa que casi llega a convertirse en carcajada cuando se dio cuenta de que, hace escasos segundos, estaba fundido en una gran batalla interior. A lo mejor era bipolar.
Sabía que los problemas que la balada sacó a relucir, volverían a ver la luz tarde o temprano. Más temprano que tarde, probablemente. Pero, aun así, decidió disfrutar del tiempo que fuera que le quedaba en "Wonderland", el título de la canción que le hizo sonreír.
Se acordó de su hermana y, de repente, sintió ese cosquilleo que le daba cuando algo le hacía feliz. Era consciente de que esa felicidad era tan efímera como la sonrisa que se le había esbozado previamente, pero decidió aprovecharla al máximo.
Una vez en la cama, sus predicciones se cumplieron.



...pero volvió a soñar.

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